Con la pandemia de la COVID-19 una semilla que ya estaba creciendo hizo eclosión de forma abrupta y potente: el teletrabajo. Algunos decían que este había venido para quedarse, pero lo cierto es que ya era una práctica que se estaba haciendo de forma amplia en ciertas empresas. El teletrabajo aporta muchos beneficios si se aplica de forma ética, pero también tiene algunos inconvenientes.
Pero más allá del teletrabajo, encontramos las redes sociales, los servicios de mensajes y videollamada… Y todo ello contribuye a que podamos sentirnos saturados.
Jane Wilde Hawking decía que cuando las personas luchamos contra el destino, lo único que importa es salvaguardar la supervivencia
Aunque vivamos en un mundo hiperconectado capaz de ofrecer muchas ventajas, tenemos el deber de salvaguardar una valiosa dimensión: nuestro bienestar.
Somos conscientes, seguro, de que debemos poner límites a determinadas situaciones como garantía de paz y equilibrio mental, y la mejor manera de hacerlo es por medio de la asertividad. Pero es curioso que, en el momento en que vivimos, tengamos la necesidad de hacerlo con demasiada frecuencia.
Miremos algunas cifras: empresas como Telefónica reportan que el pico de las conexiones comienza a las 9 de la mañana, un momento en el que intercambiamos muchos correos electrónicos. Por término medio, las jornadas de teletrabajo se alargan hasta 10 horas en lugar de ocho, y lo que es más llamativo: muchas personas establecen una parte de su horario laboral entre las 0h y las 3h de la madrugada. El motivo es sencillo de entender: no logran concentrarse durante el día y no tienen otra opción que trabajar en ese horario en el que, por ejemplo, los niños están durmiendo.
Establecer límites implica saber organizarse.
Y cuando hablamos de organizarse hablamos de gestionar el tiempo correctamente, puesto que una de las ventajas del teletrabajo es que nos permitiría no solo ser más productivos, sino también evitar el estrés.
Estar en casa no significa estar disponible : a veces no tenemos ganas de charlar, ni por chat, ni por videollamada… Y eso no significa que rechazamos la persona o lo queremos menos… Es simplemente que, a veces, necesitamos más leer un libro o no hacer nada, y bajar las revoluciones de la mente.
No solo debemos pensar en poner límites a los demás, también hay que poner límites a nosotros mismos, dentro de la rutina de autocuidado emocional . Por eso no únicamente debemos poner barreras externas de contención frente, por ejemplo, a la información que recibimos: también a la rumiación excesiva (o dar demasiadas vueltas a nuestros pensamientos), etc. ¡No sirve demasiado ser asertivos con los demás si no lo somos con nosotros mismos!
Todos los días hacer frente a incertidumbres y miedos. Ya lo sabemos, y por eso hay que poner diques – límites – a esta mente que anticipa cosas que aún no han sucedido, a esas ideas que visualizan lo peor y que intensifican la ansiedad.
No se trata solamente de manejar y controlar lo que nos llega desde fuera: atender a nuestro universo interior es tan importante como el otro. Hay que buscar el equilibrio, saber poner límites, tener claro qué es lo que necesitamos en cada momento, y en las relaciones interpersonales.
📎 Alcaine, A. [Albert]. (2024, 22 septiembre). Los límites como sinónimo de salud. PsicoPop. https://www.psicopop.top/es/los-limites-como-sinonimo-de-salud/
📖 Referencias: