Un libro cuyo título ya es revelador . La periodista Sarah Jaffe desgrana el buen trabajo de los poderes fácticos, desde sus bien conocidas fechorías hasta las más escondidas sutilezas, para dar cuenta de hasta qué punto vivimos escindidos, es decir, mercantilizados y capitalizados, actualmente.
Jaffe no escatima en referencias, ejemplos y testigos (recordando, a veces, a Carlos Taibo) para darse cuenta de las deformidades a las que nos vemos sometidos bajo el yugo del neoliberalismo, que nos deshumaniza, nos desnaturaliza, y nos recrea una Matrix que no debe envidiar nada a las más siniestras distopías literarias. Sin embargo, destaca entre sus páginas el último capítulo del libro, titulado Conclusión. ¿Qué es amor?
Síntesis reflexiva de lo expuesto a lo largo de las páginas inmediatamente anteriores, cuyos fragmentos comparto a continuación :
“La ética laboral neoliberal ha convertido a nuestros corazones en agendas. La retórica de la fábrica, como señalaba la crítica cultural Laura Kipnis en su controvertido libro Contra el amor. (Una diatriba) , se ha convertido en «el lenguaje del amor por defecto». Se ha convertido en “el lenguaje del amor por defecto”. El amor, en particular para la clase trabajadora, es un asunto complicado.”
Las relaciones románticas no son las únicas que han sufrido bajo el neoliberalismo. La amistad es también una víctima de cómo están organizadas nuestras vidas trabajadoras. Un estudio del 2014 reveló que una de cada diez personas en Reino Unido afirmaba no tener ningún amigo cercano; en una encuesta en Estados Unidos realizada en el 2019, uno de cada cinco milenistas declaraba no tener ni un solo amigo. Estos estudios reflejan «una tendencia ascendiente a la solitud a largo plazo». El período de confinamiento prologando durante la pandemia de coronavirus no ha hecho más que exacerbar sentimientos de soledad que mucha gente ya presentaba. Quizás tenemos amigos de Facebook, pero ¿tenemos amigos reales? Hemos intentado culpar a Internet de nuestra soledad colectiva.
Desde el inicio del capitalismo industrial, muchos empresarios han querido extender su control a los mismos hogares. Antonio Gramsci señalaba que “no se puede desarrollar el nuevo tipo de hombre pedido por la racionalización de la producción y del trabajo, a no ser que el instinto sexual esté debidamente regulado y también esté racionalizado“. Afirmaba que los empresarios industriales se esforzaban constantemente en regular la animalidad de los humanos, en someter a un control más estricto todo lo que nos ha convertido en algo más que en robots, lo que incluía introducir cierta disciplina en las relaciones sentimentales que uno mantenía fuera del trabajo. Es bien sabido que Henry Ford enviaba investigadores a las casas de sus empleados para asegurarse de que eran honrados, rectos y monógamos y, por tanto, merecían un sueldo más elevado.
“Y el amor, como ha documentado el sociólogo Andrew Cherlin, ha experimentado una transformación desde la monogamia conyugal a algo más abierto, flexible, ya menudo, por supuesto, en absoluto heterosexual. Sin embargo, la forma en que hablamos de las parejas o «compañeros» incluso el término compañero o partner en el que se encuentra más neutro por lo que se refiere a neutro por lo que se refiere a neutro en cuanto a más y todavía es un reflejo del origen de la familia como una institución complementaria al trabajo.”
“Nuestra creatividad, como nuestro amor, no es verdaderamente libre.”
Creación, juego, amor: deseos humanos, todos ellos, quizás incluso necesidades humanas, que han sido contenidas, mercantilizadas y puestas a la venta. Mientras estemos obligados a trabajar para ganarnos la vida, es lógico que reivindiquemos mejores condiciones laborales. Pero, además de estas reivindicaciones, siempre debemos reivindicar nuestro tiempo. ¿Qué seríamos capaces de crear sin las constricciones de tener que ganarnos la vida? Como escribió Marx hace ya mucho tiempo (aunque no tanto): “El reino de la libertad solamente comienza allí donde acaba el trabajo impuesto por la necesidad y por la coacción de los fines externos“.
“Empezar a crear nuestra pequeña huella al margen de nuestras familias nucleares, nuestras cuadrillas, a las que confiábamos nuestros secretos más aterradores, y transforman sus miedos en clamorosos cánticos que avergüenzan a los adultos que han originado esta sociedad rota. Las huelgas estudiantiles saben que es posible un mundo diferente porque ya lo están generando. Lo vuelven real cada vez que se reapropian de su tiempo, cada vez que se niegan a hacer el trabajo que se espera, porque el mundo en el que se suponía que debían crecer les ha fallado estrepitosamente.”
“Ahora que termino este libro, siento como si quisiera hacer una apuesta conmigo misma. Quiero tratar de amar otras cosas ajenas a mi trabajo, aunque tengo la mirada puesta en la fecha, en el libro publicado en mis manos. Sueño con que alguien lea estas palabras y se sienta reconocido. Sueño con traspasar los muros que nuestras carreras profesionales han levantado.”
“La huelga, en sí misma, es una forma de reclamar tiempo en el trabajo.”